Le dicen, y se dice, a sí misma, “la polilla cubana”. Debe ser por su larga permanencia -35 años- entre libros, en la bienamada Biblioteca Nacional José Martí, de Cuba.
No sé, ya, cómo encontré su voz, su flamígera voz, entre el maremágnum de la Internet.
Algo la caracterizaba: su permanente defensa de los ideales de José Martí, de Fidel, del Che, de Sandino, de Farabundo Martí, de Camilo –Cienfuegos y Torres-, de Javier Heraud, de Raúl.
Teníamos, de este modo, que ser amigos, que ser hermanos, hijos de Nuestra América, que camina hacia su Segunda y Definitiva Independencia. (Luego me enteraría de su trabajo como Jefa de Redacción de los boletines: La Polilla –mensual; y Librínsula, semanal).
Y empezó, y prosigue, ineluctable -a pesar de dolores artríticos y migrañas y asperezas de la columnata de nuestros huesos-; siguió -digo, es un decir: Vallejo dixit- este diálogo de cada día, de cada hora, de cada minuto –de 60 minutos por segundo: otra vez Vallejo-y las noticias de los combates en Cuba, con Cuba, por Cuba, me llegan a través de ella y su labor incansable de Difusora de Información por Internet y como Miembro del Centro de Información para la Prensa.
Yo la llamo mi Prensa Latina particular: verbi gratia, con ocasión del muy importante y relativamente reciente Congreso de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, para los legos), tuve el privilegio de recibir hasta cinco, o seis o más, despachos diarios procedentes de la bienamada Polilla: de ese modo pude leer las discusiones de las sesiones preparatorias, la Carta de Fidel, los discursos de mi hermano el poeta Miguelito Barnet, nuevo Presidente de la UNEAC, el informe muy valioso de Abel Prieto –otro h ermano de toda la vida, ministro de cultura y reconocido narrador. En fin, el Congreso entero de la UNEAC, como si hubiera estado allí mismo, en La Habana. De lo cual resultó mi ensayo: “Cuba combate con el gonfalón de la cultura”.
Y así, puedo afirmar que, allende las vicisitudes de la salud, de la suya y de la su amada madre, no hay acontecimiento importante de Cuba revolucionaria, que no llegue –multiplicado- al mundo entero por esta mujer infatigable y ejemplar, a la que hoy rindo este precario homenaje.
En fin, Rosa Báez, ésta no es sino una forma de decirte ¡gracias! A ti y a tu pueblo que te pudo parir, porque sé que no eres única, que hay muchas otras rosas en el jardín paradigmático de la Revolución Cubana, la que ha dado el Primer Territorio Libre en América, venero del que han partido todos los otros torrentes –Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Argentina, El Salvador, etcétera- con los que se va formando el nuevo Amazonas de la Nueva Patria de nuestros padres Bolívar, Martí, Mariátegui…
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