Qué hermosa es la palabra cholo cuando se aplica a nuestros hermanos, creadores impertérritos como el cholo Vallejo, el cholo Arguedas y, ahora mismo, el cholo José Luis Ayala.
Nacido en 1942 en Puno, si ustedes me preguntan cuántos libros tiene él, yo les respondo que, perdonen, pero no tengo a la mano mi calculadora.
Prolífico, torrencial y, sin embargo, tierno como los pukiales, José Luis es, ante todo, un poeta excepcional, pero también es narrador, antinovelista (Simón Bolívar, entre el amor y la guerra) y ensayista (Política cultural y política para la cultura) , biógrafo por antonomasia (su libro sobre Oquendo de Amat es una joya insuperable), y, como nosotros, como los hermanos de EDUCAP, es, básicamente, un hombre, un intelectual, un maestro (que ha trabajado en aula, no cabe duda) insertado entre los que apuntalan ese nuevo mundo hoy posible, y cuyos albores ya estamos empezando a columbrar.
José Luis, actualmente a cargo de la Página Cultural del único Diario progresista del Perú, hace periodismo con la convicción de que cada letra, cada línea, cada párrafo, cada página, deben estar al servicio del hombre nuevo, de aquel por el que lucharon Bolívar (a cuyos amores con Manuelita Sàenz dedica el libro delicioso citado líneas arriba) y con el que soñó Vallejo (otro de sus leit motiv) y el desiderátum de José Carlos Mariátegui, nuestro Amauta irrenunciable (al que dedica su libro Mariátegui y la inteligencia Perú-Boliviana).
Nuestro autor, por otra parte, es, asimismo, un agitador cultural, y sabemos que contamos con él para cualesquiera de las tareas culturales aún pendientes. El adverbio de afirmación brota de su pecho ubérrimo, y el impulso de su bella voluntad constructiva es un paradigma para un sector intelectual que no se caracteriza, precisamente, por su capacidad de una necesaria vocación afirmativa.
Ayala tiene, así, una trayectoria de creador que largamente ha superado las cuatro décadas, si contamos desde Viaje a la ternura, 1966, editado en Arequipa, y luego que ganara, en 1967, el Primer Premio “Sankayo de oro”, de los II Juegos Florales de Poesía Sur Peruana, realizados en Juliaca. Estos poemas fueron publicados en el libro Nosotros somos también seres humanos, que tiene como prólogo un texto de la excelente poeta arequipeña, Gloria Mendoza Borda, quien escribe, entre otros conceptos, que “La poesía de José Luis Ayala, y no solo la poesía, ha sido a lo largo de más de treinta años de laborioso trabajo, el esfuerzo de un escritor provinciano por afirmar su condición de poseedor de una cultura que va más allá de lo propiamente occidental. En su obra está la actitud del hombre por articular un discurso en el que no renuncia a los elementos culturales que lleva dentro de su nacimiento, y, más allá, dentro de una memoria colectiva. Aunque esta batalla comporta ubicarse dentro de los linderos de la inclusión y la exclusión en el sistema literario dominante. Existe en todo ello una visión distinta, común a muchos escritores peruanos de hoy, cuyo número y calidad empieza a crecer y establecerá –si no lo está haciendo ya- otro sistema literario más ajustado a la realidad nacional y la composición cultural del país, y en el que José Luis Ayala tiene un lugar importante”.
No podemos, finalmente, dejar de transcribir el último de los poemas de este libro esencial de nuestro José Luis Ayala:
Diez
Vengan a salvar a un hombre que agoniza
al borde de un charco de sangre.
Ayúdenme a levantar su cuerpo y decirle
que no se muera precisamente ahora,
cuando más falta n os hace su ternura.
Que los niños lo llamen por su nombre
y la muerte no se lo lleve esta tarde
en su brioso caballo negro.
Lleguen jóvenes, ancianos y mujeres.
Es un hombre del pueblo como nosotros
con una bala que le arrancó el corazón
Acudan todos los hombres del mundo
para decirles a los déspotas, nada es eterno
y no durarán los mecanismos del miedo.
Todo está dicho y no quieren reconocer
que nosotros somos también humanos.
Puno, 24 de setiembre-10 de octubre de 1967.
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