Por Rosina Valcárcel
Jueves, 8 de mayo de 1958: mediaba un atardecer esmeralda, hora del lonche cuando asomó un atractivo grupo de poetas y rebeldes: Javier Heraud, Arturo Corcuera, César Calvo, Reynaldo Naranjo, Pedro Gori, Héctor Béjar, entre otros. Disfrutaron del café, los panes con aceitunas, los “chancays” con mantequilla y la plática extensa. Padre, Gustavo Valcárcel, era el centro de la reunión. Mientras Violeta, anfitriona, cálida atendía. Uno de los temas que trataron fue la manifestación de rechazo por la visita del vicepresidente EE. UU. Richard Nixon al Perú. Cómo impedir que ingresara al claustro de San Marcos. Se dieron cita en el Café El Blanco del jirón Azángaro. Efectivamente, lograron el objetivo y Nixon fue apedreado en el Parque Universitario de Lima. Arturo tenía veintidós años. Yo cumplía once.
El 16 de mayo de 1961, frente a la iglesia de San Francisco, se origina una gresca entre simpatizantes de la Revolución Cubana: los poetas Corcuera, Heraud, los intelectuales Max Hernández , Carlos Franco, Adriana Palomino, César Franco (entre otros), y desterrados anticastristas después de que estos últimos organizaran una misa. Hubo varios detenidos.
El 15 de mayo de 1963, abriéndonos su noble corazón para grabar en él la convicción en nuestro destino, la tarea de defender el continente que amanece, cae abaleado el poeta Javier Heraud, al lado de Alaín Elías, su compañero del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Días después en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos se realiza un velatorio simbólico. Yo cursaba quinto de Secundaria y pido a mis padres asistir a tal rito. Aquel grupo, Tomás Escajadillo O ‘Connor y otros escritores y estudiantes, vestían un luto riguroso y la mayoría lloraba sin cesar. Me conmovieron César y Arturo, quien ese año finaliza sus estudios de Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en Lima. Obtiene el Premio Nacional de Poesía “José Santos Chocano” y publica “Primavera triunfante” (1963).
Alberto Hidalgo aprecia la creación de los poetas de la generación del ‘60, principalmente la de los contestatarios como Arturo, Juan Cristóbal, aunque decía: Estos poetas tienen algo de Vallejo y de Hidalgo*. También la valoran Romualdo, Gustavo Valcárcel, Paco Bendezú, Juan Gonzalo Rose.
A mediados de esos años leo con emoción un poema de Arturo en Piélago (U.N.M.S.M.), revista maravillosa, a mimeógrafo, a cargo de Hildebrando Pérez Grande. Nace Primavera triunfante (1964).
Desde 1967, a su vuelta de España, cultivamos una amistad intermitente. En la infancia el mar fue su abuelo, de cabellera y barba plateada y quien le obsequiaba atardeceres, sirenas, algas y gaviotas. Él le enseñó a silbar y a sublevarse. Con cierta cautela y tranquilidad a menudo Arturo se mueve como los gatos, Tiene los cabellos al viento y la cabeza en las nubes. Arturo es uno de los hombres más distraídos que he conocido. Y, a la vez, es un ser que da la sensación de que con solo chasquear los dedos son capaces de alterar el rumbo de las órbitas celestes. Es un enamorado indeleble. A veces se embriaga con placer y su lujuria, reforzada por su ego, lo empuja a tentar algunos asedios. De las nubes cae a las oquedades. De las oquedades cae a los brazos de Dulcinea. Parece que estuviera siempre solo como un fantasma, incluso antes de nacer mientras buscaba un planeta donde vivir, en el instante que crea y cuando cierra los ojos. Oscila entre la imaginación, el ingenio y el talento. Entonces compone versos originales que nos aturden, fustigan o enternecen. Para Arturo «La poesía es un fuego de palabras». Las Sirenas y las estaciones (1976), es uno de los libros que me agradan y recuerdo.
Hemos compartido experiencias diversas donde hubo gran humor, camaradería, otras que acabaron en broncas. En Madrid a fines de noviembre de 1984, coincidimos en casa de Krufú Orifús: Arturo, Winston Orrillo, Víctor Escalante y esta peregrina. Propuse visitar a los legendarios Marcos Ana y a La Pasionaria, creyeron que era tarea difícil, pero se logró para sorpresa y emoción de todos.
El trujillano en su casa de Santa Inés, Chaclacayo, ha reunido a múltiples escritores, artistas, soñadores, ahí han confluido diversas generaciones de América Latina presididos, en una ocasión, por la joven Ángela Ramos.
La mayoría de las veces lo percibí solidario y generoso, incluso en los últimos años. Entre otros gestos progresistas, ejemplo el apoyo prestado a la poeta Melissa Patiño, donaciones de libros para detenidos políticos, defensa de los derechos humanos de Cuba, Nicaragua, Venezuela Bolivariana.
Arturo ha confesado sentirse: La visión de Noé a bordo del Arca en medio del diluvio. El Viejo Amador hoy rememora tiempos de gozos y quebrantos.
El reconocido Ricardo Palma escribió que la gloria de los genios se alcanza con la muerte. La gloria de los grandes hombres se alcanza con su obra y su ética. Arturo Corcuera ha obtenido laureles que lo han distinguido en vida, como poeta y como hombre, para honor de sus amigos y de la patria libre que avizoramos.
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