Poeta, guerrillero, ministro, diputado, embajador
Por Winston Orrillo
“Para Marcela”: Este es un asalto/ tu amor/ o la vida
Tomás Borge
Suele suceder. Aparecido hace casi un año, solo ahora puedo leer A la sombra de un grano de sal, excepcional poemario de Tomás Borge, sí, el mismo de la sucesión de cargos u oficios que da título a esta columna.
“Son pocos, pero son”, escribía Vallejo para referirse a los golpes –tan fuertes- de la vida; y yo repito lo mismo, para relevar la presencia , en nuestro convulsionado país, de un hombre de categoría tan universal como el comandante –tal su irrenunciable grado militar, ganado en el campo de batalla por lograr nuestra Segunda y Definitiva Independencia, esta vez, en el combate [victorioso].emprendido por el Frente Sandinista de Liberación Nacional –fundado por él y otro grupo de heroicos combatientes, de los que el único vivo es nuestro hermano mayor, TB, que hoy honra al cuerpo diplomático acreditado en el Perú.
Pero Borge es una presea para la cultura viva de nuestro Continente, tan ahíto de volatineros y contorsionistas e histriones de dos por medio, que fungen de escribidores.
Pocos hay, como él, que puedan unimismar –verbo tan caro a José Carlos Mariátegui- como escribiera en el bello prólogo a este volumen nuestro poeta mayor Arturo Corcuera; pocos hay que puedan convertir la acción en poesía y “la poesía en actos”; o como señalara ese otro grande que fuera José Coronel Urtecho, quien dijera que, cuando se lee a Borge, encontramos al “poeta inseparable del hombre”.
Porque nuestro poeta es tierno -feroz y ferazmente tierno- enamorado del amor y apasionado por la libertad, la justicia, la solidaridad y el triunfo de ese otro mundo que ya sabemos posible.
Su poesía, la poesía de este libro, es un himno incoercible a la vida, que él representa en el futuro presente de sus hijos, de su amor por la inconsútil Marcela, pero asimismo por su perro Tango, y por eso levanta su lira para cantar a Manuelita Sáenz –musa de Bolívar; o a Madame Bovary o a Salvador Allende –“sudando Termópilas”; o a Fidel “grano de maíz madera fina/ varita mágica pariente del Che”, y al padre de todos ellos, a Bolívar que “desafiaba insomnios/ y lechos de geometrías difíciles” al mismo tiempo que “saciaba su espada para levantar banderas”.
En fin, A la sombra de un grano de sal es un feraz conjunto de poemas que nos ofrecen el vivo testimonio de la personalidad integérrima de un hombre “humano, demasiado humano” como diría nuestro otro padre, Federico: libro que nos hace viajar a la semilla de la familia polisémica, y al campo de batalla de la nueva sociedad en construcción.
Pero Borge no solo es un gran poeta sino que su prosa ensayística es una de las cimas del pensamiento latinoamericano contemporáneo, y su análisis político uno de los Nortes insustituibles de la hora presente.
Digno hijo de Darío es el mejor elogio que puedo prodigarle.
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