Por Winston Orrillo, Perú
Ponencia presentada en el X Encuentro de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales convocado por la Red “En defensa de la humanidad”, en Caracas
Grupo 5: “Contribuir a la preservación de la vida en el planeta y a la salvación de la especie humana”
Con el pretexto de la globalización, el mundo viene sufriendo un acelerado proceso de colonización de las conciencias, lo que implica, a su vez, el atropello de los valiosos patrimonios históricos y culturales de las diferentes naciones y regiones de un mundo que, precisamente, centraba su valor en su diversidad, en su rica, ubérrima, variación de identidades.
Hoy, precisamente, el proceso de la identidad
–nacional y cultural- sufre un acelerado deterioro, y se homogeniza al
orbe, convirtiéndolo en algo indiferenciado y sometido al modelo
manipulador de la metrópoli, generalmente deshumanizada o caricaturesca.
El
mundo de los desvalores se impone, porque es el que medra en el
epicentro de este orbe mal llamado globalizado, y que, en realidad, es
encanallado y ahíto de un sinsentido que se aprecia en su música,
literatura y, en general, en todas las artes que rinden pleitesía a un
mercado, que tiende a ridiculizar y barbarizar a la criatura humana.
Se
imita al colonizador, se refocila esta caricatura de mundo que nos
impone el terrorismo mediático, y, al final, el sabor de la nada es el
que, como un aura mefítica, está presente en el orbe entero.
Nuestros
pueblos originales tienen valiosos paramentos culturales que, poco a
poco, se han ido dejando de lado –y esto no es casual, por cierto- para,
en sustitución, insertarnos el espejo de la nadería y del culto
necrófilo, presente en muchas de las llamadas manifestaciones de lo que
hoy se ha dado en llamar la cultura de la globalización.
El
problema fundamental es que la conciencia –o conciencias- del orbe se
hallan sometidas al universo de los desvalores y de la nadería que, en
el fondo –y en la forma- derivan hacia la ridiculización de algo que,
siendo fundamental –la conciencia y la defensa del patrimonio histórico y
cultural- se ha convertido en un verdadero hazmerreir que sirve, de
perillas, como elemento bufonesco, en este mundo en el que “Poderoso
Caballero, Don Dinero” tiene, como un Señor de Horca y Cuchillo, el
control de todos los mecanismos de acceso a las mayorías que, de este
modo, son víctimas de una descarada manipulación, que las convierte en
meras comparsas de un mundo en el que medran el descaro y los anti
valores.
La cultura de la impunidad y de la ambición desmedida,
el reino de arquetipos mefíticos, son la vida cotidiana en la
civilización de un capitalismo no solo genocida sino autofágico y que,
de este modo, está coadyuvando a la destrucción de la especie humana.
Por
ello, el llamar la atención sobre lo anterior, deviene no en un
elemento adicional o aleatorio, sino en una necesidad urgente y que
tiene que ver con el destino de todos nosotros, incluidos ellos mismos, a
los que, al parecer, no les importa deslizarse al filo de la navaja, al
borde de un abismo que concluirá, definitivamente, por engullirnos a
todos.
De este modo, descolonizar conciencias y defender los
agredidos, minimizados y preteridos patrimonios históricos y culturales,
se convierte en una tarea perentoria, que se alinea en la vanguardia de
la preservación de la vida en el planeta y como un elemento decisivo en
la salvación de la especie humana.
¡Basta ya, pues, de considerar
a la cultura y a la herencia histórica y original de nuestros pueblos y
regiones, como un elemento de miriñaque o de simple decorado en la
existencia de nuestras naciones, en el desarrollo de nuestros, urgentes,
nuevos modelos societales.
Luchar por una cultura descolonizada y
por la preservación de nuestros ubérrimos y originales patrimonios
históricos y culturales, deviene en una tarea impostergable: lucha, es
cierto, que reedita la bíblica de David contra Goliat, pues nuestros
pueblos –muchos de ellos sometidos a un capitalismo salvaje y depredador
por antonomasia- deben levantar la cerviz y, en la punta de sus
arietes, deben saber que luchar por la real independencia nacional es,
asimismo, combatir no solo por la soberanía alimentaria y patriótica,
sino, igualmente, demandar una autonomía en el campo de lo cognitivo y
comunicacional, que implique una nueva democracia, un fortalecimiento de
la conciencia de los actores humanos -trabajadores y trabajadoras- como
sujetos activos del proceso de transformación e integración
democrática, todo lo cual, en definitiva, tenderá a la edificación de
una nueva estructura hegemónica cultural y de unos valores renovados,
que hundan sus raíces en los veneros de nuestros pueblos que, de este
modo, serán protagonistas y no comparsas en un orbe que será socialista o
no será, todo lo cual será el resultado de esta lucha interminable,
incoercible, que liderara el Comandante Bolivariano Hugo Chávez Frías, y
que, por supuesto, continúa hasta lograr, como dice la Segunda
Declaración de La Habana, nuestra Segunda y Definitiva Independencia.
La Calera, Lima, marzo 23 de 2013
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