Como una corriente eléctrica, tal un aldabonazo que estremece la sensibilidad de la comunidad internacional, la soberana decisión del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, de conceder asilo humanitario a Edward Snowden, el controvertido y joven norteamericano, desenmascarador de la más vasta red de espionaje que el imperio yanqui había dirigido contra el mundo entero, pero, por supuesto, en primer lugar, contra sus propios ciudadanos.
Mi reacción inmediata fue: es exacta, absolutamente igual a lo que hubiera decidido el entrañable Presidente Hugo Chávez Frías, con lo que se demuestra que, sin ninguna duda, el que ocupa actualmente la Primera Magistratura en la República Bolivariana de Venezuela –con pajarito o sin pajarito- sigue, exactamente el derrotero del impertérrito Comandante Latinoamericano, el que tantas y tan justas adhesiones ha despertado, y cuya huella, indeleble, hoy signa el derrotero de su patria ejemplar, caracterizada por el denuedo, la falta de reticencias cobardes o calculadas, y pensando, siempre, en el bienestar colectivo y, particularmente, en este caso, en la defensa de los derechos humanos del joven ex trabajador de la tristemente célebre CÏA (con lo que se demuestra que, si hay alguien que tiene capacidad de rectificarse, ése es el ser humano: caso patente el de Snowden).
Y esta enhiesta decisión, no es solo un acto en el pleno ejercicio de su soberanía como Nación independiente, sino que deviene, de inmediato, después de la ominosa acción ejecutada –por orden directa de los Estados Unidos de Norteamérica- en contra del muy querido y respetado Presidente de la República de Bolivia, Evo Morales, cuya vida fue puesta en peligro al ser obligado a sobrevolar por media Europa, casi sin combustible, como una forma de “escarmentar” a quien ellos creían que llevaba a su anhelada presa: el que puso al descubierto, el que hizo caer el tinglado de la ópera bufa de la libertad made in USA, al poner al descubierto un plan de espionaje que, como repetimos, en primer lugar afecta a los propios americanos, pero que, en este caso, ya ha sido probado, se ejecutó, incluso contra la Comunidad Europea, la que, en “pago” de esto, ha reaccionado con una obsecuencia y genuflexión dignas de mejor causa..
Como unas tristes fregonas, naciones europeas que sufren la peor crisis económica de su historia, generada por la debacle crematística creada en la Metrópoli, y que ya saben que son espiadas ominosamente, cumpliendo órdenes del Departamento de Estado, negaron el acceso del avión presidencial de una nación soberana, protegida por mil y un convenios internacionales.
Tomémoslo, pues, asimismo, como un desagravio a la gran nación altiplánica y a su Presidente, el primer aymara –poblador vernáculo-que ocupa la Presidencia de nación alguna, en las otrora colonias de estas vastas tierras insurrectas.
A los peruanos, que somos de raíz quechua, nos llena igualmente de justa satisfacción lo acordado por el Presidente Nicolás Maduro, pues es un signo de que la Historia se le da vuelta al otrora todopoderoso “Norte revuelto y brutal que nos desprecia” (Martí dixit), y por obra y gracia de nuestras entrañables naciones americanas, que somos pueblo y no pueblos, desde el Sur del Río Bravo, hasta la Patagonia.
Celebremos, pues, alborozados, esta muestra impertérrita de soberanía, de decirle ¡Basta ya!, al gigante de las siete leguas.
Pues estamos, tenemos en la memoria las palabras del autor de Versos sencillos: “Esta es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Y, como diría nuestro José Carlos Mariátegui, en el editorial del Nº 17 de Amauta, el titulado “Aniversario y Balance”, de 17 de setiembre de 1928: “A Norte América capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer una América Latina o Ibera, socialista”.
Y se trata de que la Nación, la República Bolivariana de Venezuela, en cuyo substrátum está el Socialismo del Siglo XXI, hace este gesto de solidaridad, de conceder asilo humanitario a un hombre amenazado por su propia patria filibustera, para decirnos que, lo de ellos, no solo es teoría, sino que, en la praxis, “sin calco ni copia”, sino como “creación heroica” (Mariátegui dixit), se decide la imagen total de su patria, según las enseñanzas indelebles del Comandante Hugo Chávez Frías que, por esto como por mucho, nos demuestra que, como el Cid Campeador, sigue ganando batallas después de muerto.
Pero que nadie se llame a error. No hay, aquí, ningún pequeño, mezquino sentimiento cerril anti norteamericano. Por eso, cerramos este artículo de homenaje a Venezuela Bolivariana, Chavista y hoy cada vez más madura, con las palabras del Amauta José Carlos Mariátegui:
“La nueva generación hispano-americana debe definir, neta y exactamente, el sentido de su oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del imperio de Dawes y de Morgan (de Reagan, Bush y Obama, añadimos nosotros): no del pueblo ni del hombre norteamericano. La historia de la cultura norteamericana nos ofrece muchos nobles casos de independencia de la inteligencia y del espíritu. Roosevelt es el depositario del espíritu del Imperio; pero Thoreau es el depositario del espíritu de la Humanidad”. [1]
[1] Mariátegui, José Carlos. Obras completas, Tomo XII, pág. 29
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