Por Winston Orrillo
Fidel nos invita a celebrar sus primeros 87 años de vida, con la lectura de uno de sus más enjundiosos artículos, aquellos que nos regala, regularmente, ahora que está alejado de las funciones directrices del Estado, a raíz de su dimisión, motivada por la gravísima enfermedad que, felizmente, le ha permitido recuperarse y seguir iluminándonos con la lucidez de su perspicua mirada sobre el mundo de ayer y hoy.
En el artículo de este día, en el escrito como para celebrar o conmemorar su cumpleaños 87º, “Las verdades objetivas y los sueños”, el invicto Comandante de América, el vencedor del Moncada, del 1º de enero de 1959, del analfabetismo, de Playa Girón, de la Crisis de Octubre; el que paseó el gonfalón de su ejemplo por el orbe entero, hace una remembranza de la historia de la criatura humana, hasta llegar a su indeleble amistad con ese otro coloso de América, que es el Comandante Bolivariano, Hugo Chávez Frías.
Fidel, admirable ejemplo de lucidez, ahora combate pluma en ristre, y cada uno de sus artículos, cada uno de sus escritos incesantes, son parte de la historia entrañable de los días que corren; son un análisis, lúcido y necesario, de las vicisitudes de la criatura humana de las etapas que nos toca hogaño vivir, en los albores del siglo XXI, al que ha arribado este hijo de Bolívar y de Martí, de Sandino y de Mariátegui, y un ejemplo impertérrito de continuidad intelectual y de capacidad pedagógica; porque eso es, sobre todo, Fidel Castro Ruz: un maestro por antonomasia, aparte del Guerrillero del Tiempo, como lo llamara la querida colega Katiuska Blanco, en su reciente par de volúmenes de lectura imprescindible.
Seguramente ya se está pensando en seguir reuniendo todo lo que está escribiendo Fidel ahora, pues, en sus artículos, como en los de Martí y Mariátegui, no hay página ni línea perdida, y todo lo que sale de su magín es pura pedagogía, aparte de lo bien escrito, de lo profundo de su pensamiento, y del carácter paradigmático de lo que trata, siempre en busca de conducirnos por los meandros de un mundo de suyo problemático como éste con el que nos hemos encontrado.
Porque, independientemente de las resonancias históricas y políticas, lo que Fidel nos transmite es una lección permanente de vida, un conjunto de principios para que el hombre siga siendo hombre, y mejor hombre aun, en medio de las vicisitudes de una humanidad que, en su ladera neoliberal y de un capitalismo de estercolero, pero no por ello menos letal, sigue amenazando a la supervivencia de la especie.
La vida tiene azares: en una celebración, en un ágape por el 83 cumpleaños del entrañable Comandante Tomás Borge, que se cumple el mismo día que el de Fidel, y que se realizara en un local del Congreso de la República del Perú, hicimos memoria de estos dos colosos de América, de estos dos paradigmas, de estos hombres humanos que tanto hacen porque se cumpla el sueño de Bolívar, y que, en efecto, se lleve a cabo lo expresado en la 2ª Declaración de La Habana, cuando se escribió, el 4 de febrero de 1962, “Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera Independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia”, la de las naciones que se agrupan desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia.
Y esa es la tarea en la que, cotidianamente, nos compromete Fidel que, día a día, nos hace rendirle culto a la vida verdadera, allende el espejismo de la apócrifa sociedad del terrorismo mediático, que de continuo, sigue, con sus abalorios dignos de mejor causa, sembrando de espejismos a la humanidad domesticada por sus medios de incomunicación.
Pero, más allá o más acá de éstos, la palabra y el ejemplo de prohombres como Fidel Castro, Hugo Chávez o Tomás Borge, nos permiten renovar nuestra fe en que la humanidad verdadera aún no ha dicho su última palabra.
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